Rubén Flores

El lenguaje de la calle

In Elecciones, Narrativa on noviembre 16, 2022 at 1:17 pm

¿Qué sigue de ‘ahí’ta un bordo’? Nunca fui bueno para el albur por dos razones, y una es que no sé que procede después de ese críptico señalamiento de la existencia de un abultamiento. El bordo no me afecta en nada, pero de alguna manera mi estoica actitud ante el susodicho bordo me convierte en perdedor inmediato y humillado de una batalla de albures.

Pero soy excepción, sí hay quien sabe qué sigue del ‘ahí’ta un bordo’ y puede salir airoso de una batalla de lenguaje pre-formulado homoerótico urbano (o de albures, para el populum). Lo mismo aplica para el lenguaje callejero en general y para las marchas políticas en particular.

Esto mismo, en mi nunca humilde opinión, sucede con el lenguaje de la movilización urbana callejera. Sí algo hace bien López, es el manejo de grupos de choque, la marcha, la manifestación, la toma.

La semana pasada, alguien le intentó patear la corona. Atreviéronse a organizar una marcha. El acabose. Si la reacción fue el insulto, la descalificación y (ahora sabemos) la contra-marcha, en ese orden. Fué por que pasó de la la incredulidad, al nervio, a la indignación y luego a la asimilación. Volvió a su centro, a su yo.


Si me la valen hacer de adivinador, la marcha de López tendrá mayor afluencia, más gritos, más pancartas, más folklore, más vendedores que la acompañen y más basura (no es asunto de clasismo, es que el mensaje que se quiso dar en la marcha del 13 vs el de la marcha de López, son distintos. Ética y Estética, vamos). Esta afluencia, por supuesto, no será gratuita, vendrá acompañada de acarreos, pagos, amenazas y todas esas linduras corporativistas que los que no conocieron a la CNOP no entenderían a fondo y a conciencia.

Si bien los programas de López no tienen la garra ni la cohesión que tenían los grupos del corporativismo del PRI de los 70s y 80s, si tienen números. No veremos al tigre proverbial, pero sí a la manifestación corpórea del mazacote que es MRN.


Sería un error intentar hacer una tercera contra-contra-marcha. Sería un error responder al ‘ahí’ta un bordo’.

Ya incomodamos al experto en el lenguaje de la calle. Ahora lo que sigue no es querer seguir en el albur. Lo que sigue es empezar a jugar a ajedrez, no de cuatro dimensiones, del normal. Aunque el señor responda a la marcha con una marcha, ya va un movimiento atrás y dado que ganar la calle no era la finalidad, bien podríamos empezar a debilitar a sus caballos, que están muy mal puestos y peor defendidos. El siguiente ataque, es contra los diputados del PRI y la oposición en general.

Hay que hacerlos personalmente responsables de sus posturas ante la iniciativa de reforma electoral. No se le mueve nada a la ley electoral:

  1. No urge el voto electrónico: no vale la pena poner la más tenue sombra de duda sobre los resultados electorales. Basta imaginar la compra por adjudicación directa a un sobrino de Bartlett de máquinas venezolanas con software chino auditadas por los responsables del Guacamaya Leaks bajo cinco años de protección de datos por temas de seguridad para que a cualquiera se le borre la sonrisa de la cara.
  2. No necesitamos una segunda vuelta cuando ya hemos vivido tres sexenios con contiendas cerradas que se resuelven con confianza y no con márgenes o acuerdos postelectorales.
  3. Sí urgen las primarias abiertas, pero podemos esperar.
  4. Si podríamos platicar la reducción de las las cámaras de representantes, pero ni en broma lo negociaríamos con un grupo ávido de poder y con sueños de partidos únicos.

No hay nada que discutir AHORA de una reforma electoral.

Ya nos hicieron la chamba

In Narrativa on julio 20, 2021 at 2:16 pm

Hay una queja frecuente entre los libertarios, llamarse «libertarios» es la culpa de «la izquierda» que «nos ha robado» el vocablo liberales. Ganas de quejarse, si me permiten explicarles.

Vamos a re-enfocar el tema. Lo que llamamos izquierda es un conglomerado de corrientes políticas por encima de ideológicas que carga un costal de lenguaje precioso mezclado con intenciones terribles. Junto a paz, ponen «a través del aplastamiento ideológico» por que sólo se puede lograr la paz si todos pensamos igual, nos insisten y nos marchan por enfrente para explicarnos muy bien el concepto. Junto a justicia le agregan «social» para que sea obligatorio el dejo de culpa y la necesidad de una élite intelectual que, nos explican paternalmente, es la única capaz de hacer la repartición justa —para ellos primero— esa tan anhelada justicia, que extrañamente siempre es dinero; y que repartirán arrébatándosela de las manos a quien sea que la tenga aduciendo las más disímbolas razones y cambiando su discurso cuántas veces sea necesario (pero ese será otro post a futuro, pero por lo pronto recuerden que tuvieron que agregar «pequeño» a «burgués» para lograr su primera «revolución»).

Les decía que ya nos hicieron la chamba, aunque no toda.

Y probablemente no la hicieron ellos sino un tal Gramsci, autor que prometo leer a fondo, pero que todos están de acuerdo que sentó las bases de la batalla cultural tanto como Sun Tzu sentó las bases de la guerra o Maquiavelo las bases del poder. Es decir, con el mismo cinismo.

Pero no contaba con nuestra astucia. En su costal ha colocado todas las bases de los anhelos de la gente. Justicia, libertad, vida, calidad de vida, dignidad, rechazo a la pobreza. Nuestra chamba no está en explicar que lo bueno es bueno, sino en resignificar (significar, que el «re-» no deja de ser un pleonasmo cuando se trata de símbolos y significados) todos esos conceptos desde la ética de la individualidad y el humanismo.

No se trata de pelear cada concepto desde su semántica sino explicar que, si bien no somos aún una sociedad madura y que nos queda un rato de ajustes (que sí o sí van a ser dolorosos), aspiramos a serlo y que eso sólo sucederá si le quitamos al colectivismo a ese papi que nos lleve de la mano y nos explique todo y los vayamos sustituyendo por responsabilidad individual y colectivos sine qua non naturales y voluntarios.

Es cierto que nos arrebataron muchos vocablos. Pero en realidad su costal es un caballo de Troya. Nos han ayudado a desperdigar esos valores por el mundo y aunque queda mucho por hacer, ya no necesitamos explicar muchas cosas. Solo restar al estado.

Hasta la próxima.

El presidente duerme

In Libertario on julio 9, 2021 at 1:13 pm

Corre ese rumor.

Que el presidente, terminada su cosa esa que hace por las mañanas, mezcla de homilía, dictado de de agenda a medios huevones y lucha contra molinos de viento; que terminando eso se va a dormir. Que su salud física y mental no dan para mucho más el resto del día.

Teorías de conspiración y propaganda. No, seguramente no es así. Seguramente se va a dormir a las 8pm y necesita propofoles o clonazepames para que no lo persigan demonios hasta que a las 5 de la mañana le cambian el pañal, le avisan en qué día de la semana vive y lo ponen al tiro para empezar a despotricar… Otra vez.

Pero este post no va de eso.

¿Qué pasaría si al presidente (no a este, al que sea), verdaderamente, una vez ganada su elección lo pusiéramos en un coma inducido de 6 años?
El que fuese elegido para el cargo (seguramente ya no por elección, sino por sorteo) sería informado, recogido por un comando armado y colocado en una celda hasta el día del cambio de gobierno, en que se despertaría al presidente anterior, se le permitiría conocer (y asustar, probablemente) al presidente entrante y, finalmente, en una ceremonia parecida a la de la eutanasia en Soylent Green, se ponga a dormir al que será responsable del destino del país los próximos 6 años.

¿Pero cómo que será el responsable?

Pues eso, en un contrato quedará especificado que el señor que quede comatoso y/o criogenizado es el responsable del poder ejecutivo y tendrá un par de días para sugerir a su gabinete las acciones que deberían guiar su actuar. Y ya.

Al concluís sus seis años, tendrá una semana de vacaciones en Cancún y luego se procederá a su juicio. (Por que ahuevo que todos terminarán en juicios de responsabilidades).

Y ahora lo interesante, hablemos de las consecuencias.

Como el presidente no puede hablar, (mucho menos hacer mañaneras), no la puede cagar. Aún así, sus achichincles sí pueden, y seguramente lo intentarán. Pero, como ya no hay un poder por encima de ellos que los proteja, será más fácil fincarles las responsabilidades penales y civiles correspondientes. Y una vez establecida esa responsabilidad, el comatoso presidente es corresponsable de los actos de sus subalternos. ¿No es eso una maravilla? Toda la responsabilidad y nada del poder. Como debe ser.

¿Pero quién dirigirá al país?

¿A poco el que está ahora dirige algo a algún lado? Sí, pero no. No primordialmente. Tiene que distraerse en ir a Nayarit, arreglar las cagadas de la esposa, escoger su traje de mañana, revisar que las empresas de los hijos vayan como deben, que los reporteros no le estén intentando abollar la corona, pensar en un sucesor, pelearse con gobernadores… No, sí debe ser muy cansado. Pero no es efectivo.

Para hacer valer el estado derecho, ejecutar las leyes, que es lo que hace el ejecutivo, no se necesita hacer mucho. Basta con estar comatoso y aceptar las responsabilidades que resulten de ello.

El legislativo trabajará menos, tal vez a través de votaciones per proxy. El poder judicial descargará gran parte de su labor en juzgados privados encargados de hacer las conciliaciones necesarias y ejecutar las sanciones apropiadas y menos onerosas para el resto.

Las empresas se podrán negar a dar sobornos para «el de arriba» que nunca sabemos que tan arriba llega, pero siempre queda la ominosa posibilidad de que sea «el de mero arriba». Los poderres ejecutivos de municipios y estados quedan descobijados de que haya un señor enriqueciéndose y repartiendo migajas. No, ese señor ya no tiene poder. Y ellos tampoco.

No, ¿pero quién se va a encargar de que el país mejore?

Tú, yo… Los mismos de siempre.

Nos va a tocar cuidar a los nuestros procurando no joder a los demás y no dejar que nos jodan

(Este ejercicio de especulación no pretende ser la solución a nada, es sólo eso, una especulación; ni aplica retroactivamente a ningún presidente)